Diarios de Seducción - Carla


El encuentro.


Llovía, una fuerte e incesante tromba de agua caía sobre Barcelona. Hacía unos minutos que Carla había llegado a su hotel.

Sonó mi teléfono móvil y la dulce y aterciopelada voz de Carla me hizo saber que estaba impaciente por encontrarse conmigo, quedamos en encontrarnos en el hall del Hotel.

Pasé a recogerla, me esperaba en el hall del Hotel como estaba previsto, vestía informal, unos jeans ajustados a las curvas de su perfecto cuerpo de Diosa, un suéter blanco que deja al descubierto unos sinuosos y bellos hombros que conducen hacía un cuello apetecible, tan apetecible como los preciosos pechos que insinúan su escote; Carla en su brazo derecho luce un bonito tatuaje con el dibujo de un hipocampo rojo; calza unas botas negras, de piel, con un tacón alto. Carla es delgada, de esbelta figura, tiene una piel blanca como la nieve, tan blanca que deja transparentar el tenue color azul de sus arterias. Carla posee una elegancia innata, casi sobrenatural que consigue impresionarme.

Se acerca hacía a mi despacio, con un andar tan elegante que parece que se desliza sobrevolando la moqueta.

Al llegar hasta mi, se siente inquieta y excitada, su excitación dilata sus arterias y su cuello se me antoja aún más apetecible despertando en mi un hambre voraz que hacía mucho tiempo que no sentía.

Me besa en los labios con un ligero roce sobre los míos, al acercarse noto como sus pupilas se dilatan; sus manos están frías; Carla está nerviosa, inquieta y excitada.



La Cita.

Subimos hasta un bar situado al pié de la montaña del Tibidado, nos sentamos frente a una gran vidriera que nos permite disfrutar de la bella estampa del skyline nocturno de la ciudad a nuestros pies. Pedimos dos mojitos. Carla sentada frente a mí dibuja en su rostro una ligera sonrisa, sigue inquieta, nerviosa.

Carla es morena, luce una larga melena, ligeramente ondulada que cae sensualmente sobre su rostro a modo de cortina que deja entrever la profundidad de unos ojos color turquesa, su mirada es profunda, tan profunda como su alma.

Condescendiente le pregunto,

Vlad: ¿Me temes?

Carla: No te temo Vlad, me temo a mí, a mis ansias por entregarme a ti, tengo miedo a lo desconocido y te juro que yo misma me desconozco desde que oí tu voz por primera vez.

Vlad: Tranquilízate, relájate, disfrutemos esta velada que tanto habíamos planeado.

Carla: Soñaba con este momento, pero no puedo evitar tener miedo a lo que pueda ocurrir esta noche.

Para intentar relajar a Carla desvié la conversación hacía temas más banales, repasamos detalles de algunas conversaciones que habíamos mantenido por chat y por teléfono; nos reímos de algunas anécdotas surgidas por algún mal entendido en alguna de nuestras conversaciones por chat.

Llegamos al segundo mojito; mientras Carla conversaba conmigo sus manos me tocaban dándome muestras visibles de sus ansias por acercarse a mí; su lenguaje corporal me enviaba señales inequívocas de sus deseos de entrega, de sus ansias por sentir mis manos recorriendo su cuerpo; Carla se tocaba el pelo mientras charlábamos, tocaba mis brazos y mis piernas casi de forma inconsciente mientras me explicaba una anécdota sucedida hoy durante su viaje hasta Barcelona.

Excusándome en la necesidad de ir al aseo me alejé de ella situándome en un punto del local donde Carla estaba de espaldas a mí. Estudié cada milímetro de su perfecta anatomía, analicé sus gestos, su incesante necesidad de acomodarse el pelo con la mano.

Al cabo de unos instantes me acerqué a ella por detrás rodeando su cintura con uno de mis brazos, con la otra mano aparté su pelo negro como la noche dejando al descubierto su pálido y apetitoso cuello, fue en ese instante cuando mis labios aterrizaron por primera vez sobre su piel aterciopelada; Carla se quedó inmóvil, congelada por el deseo y sintiendo como mis labios apretaban sobre su cuello mientras mi lengua rozaba su piel.

Carla se estremeció, buscó mis manos con sus manos y las apretó contra su pecho; se giro, nos miramos y acercamos nuestras caras buscando ansiosos nuestras lenguas y nuestros labios para fundirlos a fuego; nos besamos apretando nuestros cuerpos, atándonos con nuestras manos. La separé ligeramente de mí, nos miramos, Carla estaba radiante, más hermosa, más bella y más sexy que nunca, estaba muy excitada y totalmente entregada.

Apuramos el segundo mojito de un sorbo y sin mediar palabra y besándonos en cada recodo de la sinuosa calle, entre besos bajo la lluvia llegamos hasta el coche.

La entrega.

Al llegar a su hotel Carla pidió la tarjeta de su habitación, la 269, bromeamos con lo oportuno del número de habitación, 2..Carla y yo, 69…parte de lo que tengo planeado con ella esta noche, entre risas llegamos al ascensor donde nos fundimos de nuevo en un profundo y húmedo beso que nos conduce hasta la puerta de su habitación.

Al entrar a su habitación sentí como el olor de su perfume lo inundaba todo por completo y como mis manos buscaban ansiosas descubrir cada milímetro de su piel, se perdieron mis manos majo su suéter hasta llegar a sus dos poderos pechos, noté entre mis dedos como sus pezones se erguían como aguijones deseando clavarse en mi cuerpo.

Llegamos hasta la cama y nos desnudamos con las mismas ansias que se desnuda un adolescente que va a descubrir el sexo por primera vez, ella se quedó en ropa interior, su sujetador y su tanga blancos hacían que su figura me pareciera mucho más sexy, más apetecible; despertó en mi un deseo irrefrenable de lamer todo su cuerpo.

Me tumbé sobre ella recorriendo con mis labios cada milímetro de su piel besando y mordiendo levemente su cuello, deslizándome hacía sus pechos y abriendo el camino hacía su sexo.

Usando mi boca bajé su tanga hasta los tobillos, abrí sus piernas de par en par dejando al descubierto para mí su sexo perfecto, rasurado; sus labios vaginales estaban hinchados, los hice prisioneros de mi boca, los succioné mientras mi lengua empezó a acariciar su clítoris; mis manos agarraban su cintura apretando su cuerpo contra mi boca, empecé a disfrutar del divino sonido de sus primeros gemidos de placer; su flujo, el dulce néctar de su placer empezó a brotar salvaje inundando toda mi boca, hice una pequeña pausa para saborear su flujo en mi paladar; al sentir de nuevo mis labios en su sexo y mi lengua penetrándolo Carla no pudo reprimir un grito de placer, un grito que anunciaba que su éxtasis estaba próximo, y lo deseaba tanto que no pude hacer otra cosa que atender a su súplica, por lo que lamí y penetré su sexo devorándolo como un depredador hambriento hasta que su cintura se contorneó salvaje y sus piernas me hicieron prisionero de su placer, sus gemidos se hicieron más intensos hasta que un grito me anunció que Carla se estaba derramando en mi boca, me empapó de su flujo derramado al sentir un orgasmo intenso, prolongado, profundo como una noche sin luna.

Carla recobró el aliento,

Carla: Mi Amo, como deseaba este momento, soy toda tuya, soy tu puta mi Señor.

Vlad: Soy el dueño de tu alma, tu Amo y Señor, me perteneces y esta noche tu cuerpo va a ser mi templo de placer.


La dominación.

Carla se puso de rodillas sobre la cama mientras yo yacía estirado saboreando aún el dulce sabor de su flujo en mi boca, sus manos empezaron a recorrer mis genitales, acariciaba suavemente mi polla dura y excitada recorriéndola desde la base hasta la punta. Acercó su boca a mi sexo y sus labios y lengua empezaron a lamerla, mientras lo hacía su mirada lasciva buscaba mi mirada de placer. Notaba mi polla clavada en su boca, Carla estaba decidida a darle a su Amo y Señor un placer inmenso, infinito, y no dudó ni un instante en intentar tragarse toda aquella enorme polla, dura y caliente. Sumisa, lasciva y entregada masturbaba mi polla con su boca y sus manos, deseaba hacerme derramar en su boca y sentir mi oro líquido rebosar en su lengua inundando toda su boca de mi.

Agarré a Carla por su larga melena de pelo negro como una noche de luna nueva y aparté su boca de mi sexo en un acto de demostración de dominación absoluta; ella sabía lo que su Amo deseaba, por eso rápidamente se puso de rodillas, apoyada con las manos en la cama, de cuatro patas.

Con mis manos abrí suavemente sus piernas, mi lengua se clavó en su culo penetrándolo suavemente, excitándolo y lubricándolo mientras mis dedos masturbaban suavemente su clítoris, estaba hinchado, excitado, y de nuevo sus gemidos de placer estallaron inundando toda la habitación, su respiración era cada vez más agitada anunciando el preludio, la antesala de su éxtasis.

Mi polla se presentó ante su coño húmedo y caliente como una espada poderosa que iba a clavarse hasta lo más profundo de su alma.

Empecé a embestirla con suavidad pero firmemente, notando como la punta de mi polla llegaba a lo más profundo de su ser; entraba y salía suavemente, sacando por completo toda mi polla para que Carla pudiera saborear cada milímetro de mi potente espada de placer.

Mientras la penetraba, mis dedos empezaron a jugar traviesos con su culo, primero la penetré con un dedo, luego fueron dos, luego fueron tres, notaba por sus gritos que penetrarla con tres de mis dedos le producía dolor, un dolor que aumentaba su excitación y se mezclaba con el placer que sentía al saborear en su coño cada milímetro de mi polla.


Mis embestidas cada vez eran más rápidas, más profundas, más potentes, aumentaba la potencia de mis embestidas al ritmo que aumentaban los gemidos y contoneos del cuerpo de Carla, ella estaba a las puertas de disfrutar un nuevo orgasmo; en ese mismo instante dejé de moverme, dejé toda mi polla clavada hasta lo más profundo de su coño, seguí masturbando su clítoris con mis dedos, Carla se agarraba a la sábana con sus manos cerrando sus puños haciéndome saber que estaba disfrutando muchísimo, se giró, me miró clavándome sus lascivas y dilatadas pupilas en mis ojos, y un susurró salió de su garganta con el sigilo con el que el lobo que abandona su guarida.

Carla: Si mi Amo, fóllame, tómame, soy tuya, soy tu puta, soy tu puta, soy tu puta…

“Soy tu puta”, Carla lo repitió una y otra vez mientras movía las caderas ligeramente para saborear con su coño toda esa polla que la inundaba por completo.

En ese instante saqué mi polla de su coño, al hacerlo Carla lanzó un profundo gemido de placer, estaba tan cerca del orgasmo que estuvo a punto de estallar al sentir como toda mi polla rozaba sus labios vaginales, hinchados, excitados, calientes y sensibles.

Me tumbé sobre la cama como un Rey pletórico y orgulloso por haber conseguido una gran victoria en el campo de batalla, Carla me miró, sonrió, sabía lo que su Amo y Señor esperaba de ella.

Sumisa y complaciente como una Gheisa, Carla se sentó sobre mí, se dispuso a cabalgar sobre el cuerpo de su Amo y Señor. Tenía las piernas y el coño abiertos de par en par, mi polla se presentó de nuevo ante su coño como el tigre que se agazapa ante su presa antes de saltar sobre ella y atraparla entre sus fauces. Carla agarró mi polla potente con sus manos, y con un suave vaivén empezó a penetrarse con mi potente espada, se dejaba caer completamente sobre mi polla en un acto de deseo por clavársela toda entera hasta el fondo, una vez que la tuvo toda en su interior empezó a mover sus caderas sobre mi cuerpo frotándose el clítoris contra mi cuerpo, mis manos acariciaban sus pechos, sus pezones erguidos que como saetas se clavaban en mi delirio.

Sus movimientos eran cada vez más rápidos, Carla se apoyó con sus manos en mi abdomen y sus gemidos de placer estallaban al unísono de sus movimientos de cadera, cada vez más rápidos, más violentos; en el preciso instante que sus gemidos se tornaron en gritos de placer, Carla empezó a subir y bajar de forma violenta y salvaje sobre mi polla, la agarré por la cintura y la embestí salvaje contra mi cuerpo para que mi polla se clavara hasta su alma, ese fue el instante en el que un nuevo y potente grito de placer me anunció que Carla había llegado al tan deseado orgasmo, sus movimientos violentos siguieron durante varios minutos, tiempo en el que Carla disfrutó de nuevo de un profundo, intenso y prolongando orgasmo que la dejó casi sin aliento.

Yo también deseaba explotar, Carla consiguió excitarme tanto que deseaba embestirla como una bestia salvaje y devorarla y derramar todo mi semen en su interior e inundarla, llenarla de mi.

En un movimiento rápido la agarré por el brazo y la puse contra la pared, yo estaba a su espalda, sus piernas abiertas de nuevo de par en par abrieron el camino de mi polla hasta su coño que aún estaba palpitando de placer, la agarré por sus turgentes pechos sintiendo sus pezones clavados en la palma de mis manos, Carla movió ligeramente su cabeza hacia atrás dejando su cuello a mi merced.

Mis embestidas eran cada vez más potentes, más salvajes, ya no me importaba el placer de Carla si no mi propio placer; clavé mis dientes en su cuello mordiéndola, devorándola como un depredador salvaje y hambriento, mientras mi polla se tensó como la cuerda de un arco certero que lanzó todo mi semen en el interior de su coño como una lluvia de flechas decididas a clavarse por todo su cuerpo; con mis dientes aún clavados en su cuello, mi leche no dejaba de brotar salvaje inundando todo el coño de Carla, escuchaba sus gemidos, sus gritos de dolor mezclado con un salvaje e indescriptible placer; Carla fue presa de otro potente e intenso orgasmo mientras sentía como mi leche salpicaba todo su coño como una tormenta de verano.

Me aparté de ella, se giró, se postró de rodillas sumisa ante su Amo y Señor y con la punta de su lengua recorrió toda mi polla que aún palpitaba tan agitada como mi corazón y mi respiración, Carla lamia y degustaba hasta la última gota de mi semen.

Me senté sobre la cama, intentando recobrar el aliento, Carla se sentó a mi lado, me abrazaba y yo le susurraba al oído.

Vlad: Mi dulce Princesa, eres mía, tu alma ya me pertenece.

Carla: Eternamente mi Amo, seré tuya hasta el fin de mis días.

Vlad: ¿Todavía me temes?

Carla: No mi Señor, ahora te venero con devoción absoluta.

7 comentarios:

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  2. Me gustan tus mordiscos...
    Escribes muy bien, ha sido un placer leerte, Vlad.

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  3. Me alegro de que nos reencontremos, porque pienso que escribes realmente bien. ¿Para cuando el próximo relato?
    Un mordisco!

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