El encuentro.
Aeropuerto Internacional José Martí, La Habana, Cuba.
Hora local: 14,30h.
Por fin, tras más de 10 horas de vuelo aterrizamos en La Habana; el Comandante del avión nos informa de las condiciones meteorológicas en el aeropuerto de destino, temperatura 27ºC, y cielo completamente despejado.
Al bajar del avión un aire cálido y húmedo lo envuelve todo; los 27 grados centígrados sumados a una humedad relativa de más del 80% provoca una temperatura de sensación superior a los 30 grados; he dejado atrás el frio noviembre de España para sumergirme en el eterno clima tropical de Cuba.
Enormes gotas de sudor resbalan por mi frente; un sol de justicia recorre mi rostro cargándome de una pletórica energía.
Pasados los férreos controles aduaneros, llego al Hall de la Terminal de Llegadas; con la vista recorro todo el Hall buscando a Ariel, mi chófer y “ángel de la guarda” cuando estoy de viaje en Cuba.
Ariel es un hombre de algo más de 60 años de edad, mediana estatura, cabello blanco, tez morena y complexión delgada. Ariel es un antiguo miembro, ya jubilado, de la DGI cubana (Dirección General de Inteligencia). Ahora, para suplementar su pensión mensual de poco más de 60 dólares, y siendo uno de los pocos privilegiados en la isla que tuvo permiso del gobierno para comprarse un carro (1), se dedica a hacer de chófer para turistas o viajeros que contactan con él a través de personas de su confianza. Hace unos 7 años que conozco a Ariel, mi relación con él en el tiempo que estoy en la isla es tan afectuosa que ya se ha consolidado una gran amistad entre ambos, gracias a él he podido salir de varias situaciones complicadas.
Tras un afectuoso abrazo de bienvenida, Ariel me acompaña hacía su carro, un automóvil LADA de fabricación Rusa, del año 1.995 pero que Ariel se esmera por conservar como si estuviera recién salido de fábrica. Tras cargar mi equipaje en el portamaletas subimos al carro y nos dirigimos hacia la casa donde me alojo desde mi primer viaje a La Habana.
Llegamos a casa de Yaumara, “mi mamá cubana”. Su casa es una casa antigua pero bien conservada gracias a la destreza bricolera de su hijo Ernesto; la casa está situada en el municipio de Marianao, a escasos metros de la playa, al norte de La Habana. A la entrada, ella me está esperando sentada en su jardín, tomando un vaso de jugo de mango bien frio, al ver llegar el coche de Ariel, Yaumara sale a recibirme, como siempre, con efusivos abrazos y unos besos que me recuerdan a los que me daba mi abuela cuando era niño. La casa de Yaumara es como mi “segunda casa” y ella y su familia me tratan con el mismo afecto que tratas a un sobrino, un primo, un pariente cercano.
Tras descargar mi breve equipaje, Ariel se despide de mí y me informa que tiene previsto recogerme pasadas las 20,00h., me recuerda también que tiene, como siempre, reservada para mí una mesa en primera fila para el espectáculo de Tropicana.
Como cada vez que llego a casa de Yaumara, antes de deshacer el equipaje nos sentamos a conversar en su jardín, me sirve un enorme vaso de jugo de mango frio que apuro de un solo trago; ella sonríe, sabe que el jugo de mango que prepara en su casa es para mí la bebida preferida de toda la isla; también sabe que tomar con ella café con gotas de ron y nuestras largas charlas nocturnas en su jardín son una de mis actividades preferidas en mis viajes a la isla.
Abro mi equipaje de mano y le entrego algunas medicinas que me encargó, así como algunas cartas que me entregaron su hija Daylín y algunos parientes y amigos suyos que viven en España. Impaciente, casi exaltada me pregunta por todos ellos, por cómo están; se emociona y le brotan algunas lágrimas cuando le entrego fotos que tomé semanas atrás a su hija y su nieto.
Yaumara es una señora que sospecho debe rondar los 65 años, es de pequeña estatura, delgada, y conserva un lindo rostro y unos ojos hermosos que delatan que en su juventud fue una mujer muy bella. Como buena mujer cubana, es muy cariñosa en el trato con los demás, pero también es una mujer de carácter fuerte, y como buena cubana es una persona muy culta y una gran conversadora, razón por la cual nuestras conversaciones en su jardín se prolongan diariamente durante horas y horas casi interminables; a pesar de su pequeña estatura tiene un tono de voz potente, que solo controla y reduce el tono de su voz cuando nuestra conversación versa sobre política y lanza alguna crítica contra “el barbón” (2)
Tras conversar con Yaumara, entro a la habitación que me reserva en su casa, la misma desde hace 7 años; abro el armario y una feliz añoranza y alegría me invade cuando veo perfectamente planchadas todas las guayaberas (3) que utilizo cuando estoy en Cuba.
Ariel, a pesar de ser cubano, es un hombre extremadamente puntual y servicial, por lo que a las 22,00 horas escucho su voz en la cocina de Yaumara; me apresuro por acabar de abrocharme la guayabera blanca que complemento con un traje de popelina (4) de color hueso y unos zapatos mocasines de color blanco.
Al llegar a Tropicana, como siempre, Ariel se encarga de todo, le entrego los 10 dólares de propina para el portero del local que se esmera por acompañarme hasta la mejor mesa de la sala, en primera fila, a pié de escenario.
La mesa luce un impoluto mantel blanco, cubiertos, cristalería, vajilla y servilletas colocados con pulcritud y siguiendo escrupulosamente los cánones y reglas del protocolo para preparar y servir una buena mesa.
Una cubitera repleta de cubos de hielo se encarga de enfriar una botella de champagne Dom Pérignon extra-brut del 88, y junta a ella se encuentra una pequeña caja de madera que contiene y conserva 3 cigarros puros Cohiba Siglo III (5).
Tras degustar durante la cena una sabrosa langosta a la Provençale, acompañada por espárragos y una ligera salsa de vino blanco y albahaca, empieza uno de los mayores espectáculos que se puede disfrutar, el Cabaret de Tropicana (6).
En ese momento, un camarero vestido con una impecable americana blanca se dispone servicial a servirme una copa de champagne y a preparar uno de los cigarros.
Mientras calienta el Cohiba su aroma llega hasta a mi evocando el aroma de tabaco puro, un aroma potente y embriagador que me hace recordar la primera visita que hice a una fábrica de tabaco, donde las tabaqueras cubanas preparan las hojas de tabaco con una habilidad y destreza que asombra por su exactitud; el conocimiento y la destreza para preparar los cigarros se ha transmitido de madres a hijas generación tras generación desde la época colonial manteniendo una tradición única en el mundo.
Da inicio el primer espectáculo de la noche, bailarinas ataviadas en breves vestidos de lentejuelas y plumas empiezan a bailar al ritmo de la música en directo. El ballet está formado por 7 bailarinas, todas ellas con unos cuerpos esculturales, acompañadas de 2 bailarines vestidos de blanco, con unas camisas de lino casi transparente, abiertas, que muestran unos torsos más propios de atletas y que son objeto de las miradas lascivas de las mujeres que asisten al espectáculo.
El ballet al completo se acerca al final del escenario y muy pronto, una de las bailarinas llama poderosamente mi atención. Ella (aún desconozco su nombre pero estoy decidido a descubrirlo esa misma noche) es una chica mulata, con una piel dorada y perfecta; su rostro es angelical y me hace sospechar que no debe tener más allá de 18 o 19 años; sus rasgos son extraordinariamente exóticos, ojos rasgados, labios carnosos, y una larga y lisa melena negra.
Al contemplarla con detenimiento su mirada se cruza con la mía y me dedica una sonrisa cargada de complicidad, le gusta sentirse observada y admirada. Analizo su rosto, su belleza es fruto de la mezcla de razas que han poblado Cuba, desde los primeros colonizadores españoles, los esclavos africanos y los trabajadores chinos que llegaron a Cuba tras la abolición de la esclavitud.
Antes de finalizar el espectáculo le pido a uno de los camareros que haga venir hasta a mi mesa al Responsable de la sala, en breves minutos se acerca hasta mi un hombre de color elegantemente vestido, como requiere la ocasión, y servicial me pregunta que deseo, disimuladamente señalo a “ella” y le ruego que le informe que desearía invitarla a tomar una copa de champagne en mi mesa, su respuesta fue breve y concisa “por supuesto Caballero, yo le informo”.
Se sucede un número de cabaret tras otro, y al finalizar recorro inquieto con la vista toda la sala intentando reconocerla a “ella”, pero sin éxito. El Responsable de la sala se aproxima a mi mesa, se acerca a mí y me comenta.
“Caballero, la señorita Yisell me pide que le informe que tardará unos minutos en salir, en cuanto esté lista estará encantada en acompañarle en su mesa, la reconocerá Ud. enseguida, llevará un vestido blanco”.
Como es costumbre en Cuba, saqué mi billetera y discretamente dejé un billete de 20 dólares sobre la mesa, el responsable de sala me dio las gracias pero rehusó tomarlo,
“Gracias Señor, sé que es la costumbre acá en Cuba, pero no en Tropicana, se lo agradezco y le deseo una feliz velada, espero volver a verle muy pronto en nuestra sala.”
Se retiró de mi mesa, y justo en ese momento vi como Yisell, por fin sabía su nombre, se acercaba despacio hacia mi mesa.
Su vestido blanco, de falda corta y ligero escote marcaba aún más sus poderosos muslos. Yisell medía aproximadamente 1,60, no debía pesar más allá de los 45 kilos, era delgada pero tenía unas piernas de fuertes muslos labrados por muchas horas de clases de baile, ensayos y actuaciones.
Cuando estaba a escasos metros de mi mesa su mirada y la mía se unieron, sonreía con una ligera y casi tímida sonrisa. Gentil, me levanté a recibirla, tomé su mano con ligereza y ella se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla.
Vlad: “hola Yisell, es un placer conocerte, te agradezco que hayas aceptado mi invitación”.
Yisell: “gracias, para mí también es un placer conocerte, y aunque no acostumbro, hoy si me apetece tomar una copa de champagne con Ud.”
Vlad: “perdóname, no me presenté, me llamo Vlad, soy de Barcelona, estoy en Cuba por razones de trabajo y visitando a unos amigos, te agradezco que aceptaras mi invitación.”
Tomó asiento frente a mí sin dejar de dibujar en su rostro una sonrisa leve, pero sincera.
Tomé una de las copas y le serví champagne, que degustó poco a poco, con breves sorbos.
Estaba agotada tras su actuación, pero aún así nuestra conversación se prolongó durante algo más de 2 horas, fuimos los últimos en desalojar la sala.
Entre otras muchas cosas Yisell me comentó que es originaria de Holguín, al este de la isla, cerca de Santiago de Cuba (7). Llegó a La Habana hacía algo más de un año para cursar sus estudios de física en la Universidad del La Habana. Debido a la precaria situación en Cuba y aprovechando que desde niña cursó danza pudo acceder y superar las pruebas de ingreso y trabajar en el ballet de Tropicana y en ocasiones hace desfiles de moda en La Maison (8).
Abandonamos juntos la sala, Ariel me esperaba fuera en su carro, Yisell aceptó que la acompañara hasta su casa en el carro de Ariel.
Vivía en La Habana Vieja, cerca de calle Obispo y Plaza de Armas, en pleno corazón de La Habana histórica.
Al llegar, bajé del coche, le abrí la puerta y extendí mi mano para ayudarla a salir del carro.
Vlad: “Yisell, me ha encantado conocerte, además de ser una mujer bellísima, eres una persona culta y muy interesante, eres una gran conversadora”.
Yisell: “Vlad, ¿cuánto tiempo estarás en Cuba?”
Vlad: “En La Habana estaré unos 9 días, y luego pasaré una semana más entre Matanzas y Varadero”
Yisell: “Vaya, entonces como quiero conocerte más, tendré que apurarme y dedicarte todo mi tiempo a partir de mañana, ¿quieres subir a mi apartamento?”
Vlad: “Me encantaría, pero llegué hoy de España, y el jet-lag empieza a causar efecto, estoy agotado, pero si lo deseas puedo recogerte mañana, tengo una cita obligada con los mojitos de la Bodeguita del Medio”
Yisell: “Me encantará acompañarte, después de la Bodeguita te llevaré al mejor paladar (9) de toda La Habana”
Vlad: “Perfecto! Espero que sepan cocinar la langosta, te recojo entonces a las 11”
Yisell: “A la hora que tú desees estaré preparada”
Yisell se despidió de mí rozando mi boca con sus carnosos labios, herencia genética de sus raíces africanas. Las bembas (10) de las mujeres cubanas son especialmente sensuales, por su tamaño y por ser carnosas y suaves; los hombres en Cuba acuñan una frase que viene a decir que así como una mujer cubana tiene los labios de su rostro es como tienen sus labios vaginales; los suyos se me antojaban como sus bembas, enormes, carnosos, calientes y lascivos como la brisa marina que sopla perenne en El Malecón habanero.
La Cita.
Al día siguiente, siguiendo el ritual, desayuné con Yaumara, tenía preparado para mí un plato lleno de fruta cortada, mango, banana, piña; desde su cocina llegaba hasta mi el aroma del café recién hecho; me sirvió un café corto y denso, con una cuchara de azúcar de caña y bautizado con unas gotas de ron casero.
Estuvimos charlando hasta que el carro de Ariel llegó a la puerta de la casa.
En unos minutos circulamos por El Malecón hasta Plaza Santo Domingo, y de allí hasta la puerta del edificio donde vivía Yisell.
Subí a buscarla hasta su apartamento, en la séptima planta; tras pensarlo varias veces decidí tomar el ascensor, un ascensor viejo que más parecía un montacargas; no funcionaba la botonera y cuando estaba a punto de desistir en el intento una niña de corta edad me preguntó desde la puerta.
Niña: “¿Donde va Ud.?”
Vlad: “Voy al séptimo cielo, perdón, quise decir al séptimo piso”
En ese momento la niña soltó un grito que no supe a quién iba dirigido
Niña: “al siete!”
Como por arte de magia, la puerta del ascensor se cerró, y éste empezó a funcionar llevándome hasta el piso 7. La puerta se abrió, giré la cabeza de un lado a otro intentando encontrar a la persona que reclamó el ascensor en esa planta, la planta estaba vacía, sin tiempo de salir de mi asombro se abrió una puerta y Yisell me llamó.
Yisell: “Vlad, por favor, entra, necesito dos minutos para acabar de arreglarme”
Entré a su apartamento y Yisell sin mirarme y sin dejar de moverse me dio la bienvenida y me invitó a tomar asiento.
Yisell: “Toma asiento, tardo 2 minutos y estoy lista para irnos”.
Estaba en pié frente a mi arreglando su pelo frente a un espejo; lucía una mini-falda jean tan corta como la distancia que me separaba de ella y tuve que reprimir mis deseos de bucear con mis manos bajo su falda.
Presurosa, se pintó los labios, se maquilló, recogió un pequeño bolso de mano y salimos de su apartamento.
Al tomar el ascensor Yisell gritó,
Yisell: “Abajo!”
Nuevamente, y por arte de magia, aquella antigua maquinaria se puso en marcha.
Ariel me esperaba en su carro pero Yisell me recomendó ir andando hasta la Bodeguita, estábamos muy cerca; me pareció una buena idea así que me despedí de Ariel y empezamos a caminar en dirección a la calle Empedrado.
Al llegar a la Bodeguita dediqué unos minutos para saludar a mi buen amigo Luis “el flaco”, Luis es camarero en la Bodeguita desde hace muchísimos años, y sin duda prepara los mejores cócteles de toda la isla.
Tomamos asiento y nos sirvió dos mojitos espléndidos; Luís saludó a Yisell y no pudo evitar hacerle un escaneado completo, mientras sonaban en el local los acordes de “Lágrimas Negras” en la voz de Compay II, Luis se acercó a mí y me susurró:
Luís: “coño viejo tu no pierdes tiempo, para ser gallego me saliste tremendo singón caballero!”
Vlad: “compay, ya tu sabe!”
Entre risas de complicidad se alejó hacia la barra a seguir con tu trabajo, Yisell me miró y sonreía sospechando el contenido de nuestros comentarios.
Vlad: “Discúlpale, es muy bromista”
Yisell: “Tranquilo papi, ya yo sé, no hay nada que disculpar, no creo que vengas a Cuba y no acabes empatado con alguna jeva (11), aunque debes tener cuidado, ya sabes que acá cada vez hay más muchachas jineteando (12) acá en Cuba la cosa no es fácil.”
Vlad: “No te voy a engañar”.
Yisell: “Papi, el hombre que viene a Cuba y no tira rico con una mujer cubana, no es un buen macho.”
Desvié el tema de conversación porque no me parecía el momento apropiado para hablar sobre ello; empezaron a sonar acordes de salsa y aproveché para coger a Yisell por la cintura y empezamos a salsear en un rincón del local, poco a poco más gente se empezó a sumar a nosotros, un grupo de turistas alemanes nos miraban e intentaban seguir nuestros pasos; entre bailes y risas llegó la hora de salir a comer.
Fuimos a degustar dos buenas langostas hasta el paladar de una amiga de Yisell, Teresa, una mujer cubana de raza negra; Teresa tenía la piel tan negra que me parecía azul oscuro, lucía una dentadura perfecta y blanca que se acentuaba por lo pronunciando del color negro de su piel.
Su paladar era muy modesto, sencillo pero muy limpio y ordenado; el mobiliario, la vajilla, todo era enteramente cubano, viejo pero conservado.
El calor se acentuaba conforme entraba la tarde, por lo que regamos nuestra sed con varias cervezas Palma Cristal, una cerveza cubana de malta con sabor ligero y suave, pero que a partir de la tercera o cuarta botella empieza a hacer efecto, un efecto embriagador y desinhibidor de la líbido.
Salimos del paladar, Yisell me cogió de la mano mientras paseábamos bajo un sol de justicia, llamé a Ariel para que nos viniera a recoger pero sin éxito, por lo que ellal me aconsejó acercarnos hasta su casa, refrescarnos y quedarnos allí hasta que bajara un poco el sol y el calor.
Agarré a Yisell por la cintura y seguimos caminando en dirección a su casa; caminando fui observando como el resto de hombres, cubanos y turistas, se giraban al verla pasar y la repasaban con sus lascivas miradas de arriba abajo. Su ínfima minifalda dibujaba una línea que marcaba la frontera entre sus poderosos muslos y el secreto íntimo de su sexo.
Al llegar a su apartamento abrió las ventanas de par en par, encendió un ventilador que pese a su potencia tan solo conseguía remover aún más el aire caliente. Ambos estábamos empapados de sudor por lo que le pedí permiso a para tomar una ducha fría que me refrescara, Yisell asintió.
Yisell: “Claro papi, pero no tienes que pedirme permiso mi amor, estás en tu casa, toma lo que desees”.
Vlad: “Deseo tomar una ducha y deseo tomarte a ti”
Yisell sonrió, sus ojos marrón oscuros se iluminaron.
Yisell: “Entonces mi amor ¿qué te parece si tomas las dos cosas al tiempo?
Vlad: “Amor, como se dice en Cuba, dale que pa luego es tarde”
La entrega.
El cuarto de baño del apartamento de Yisell, era como el resto, modesto, muy antiguo, pero estaba bien conservado y muy limpio.
A pesar de la falta de medios y recursos, la gente cubana es de por sí muy aseada, y las mujeres son especialmente coquetas, por lo que no me extraño ver en el aseo de Yisell una repisa llena de todo tipo de cremas corporales, para el pelo, maquillajes, peines y cepillos de todo tipo.
Me desnudé, recogiendo mi ropa sobre un pequeño taburete de madera, entré en la bañera y abrí el agua, brotó un chorro de agua apetitosamente fría que recorrió todo mi cuerpo eliminando al instante aquella sensación de bochorno.
En ese momento Yisell entró en el baño completamente desnuda, mis pupilas se dilataron y se clavaron en su cuerpo como machetes lascivos cargados de veneno de lujuria.
Entró en la bañera, su piel perfecta y dorada rozaba mi piel; sin poder evitarlo una enorme erección le hizo saber a Yisell cuanto la deseaba; me giré casi avergonzado por haber relevado de ese modo mis deseos de poseerla, sentí como sus manos untadas de gel recorrían mi espalda desde la nuca hasta mis glúteos, masajeaba mis glúteos con suavidad, despacio, sin prisa, mientras yo ardía aún más en deseos de girarme y poseerla allí mismo sin más dilación, sus caricias se tornaron más violentas, apretaba mis nalgas con fuerza entre sus manos hasta deslizar una de ellas por entre mis piernas, acariciaba mis testículos, rozaba la punta de mi sexo erecto con la yema de sus dedos, me abrazó rodeando mi cintura con sus brazos, alcanzando mi sexo con sus dos manos y masajeándolo, masturbándome; un susurró surgió de su garganta.
Yisell: “Mi amor, me prendiste dejándome acariciar esa pinga (13) tuya tan rica papi”
Vlad: “Creo que está claro como me tienes tú, ¿verdad?”
Aparté sus manos de mi cintura, y sin soltar sus brazos me giré, la apreté contra mi cuerpo y clavé mis labios en sus carnosas bembas; el agua fría caía por nuestros cuerpos pero ya nada podía bajar la temperatura de ese momento.
Levanté una de sus piernas sosteniéndola en el aire con mi mano, me arrodillé, mire su cara de deseo y clavé mi lengua en su perfecto sexo rasurado, húmedo, excitado; tenía un coño perfecto, lo contemplé durante unos segundos antes de devorarlo; era cierto el dicho cubano, sus labios vaginales eran como sus bembas, enormes, carnosas, sensuales y apetecibles, todo un delicioso manjar esperando ser devorado por mí, estaba a punto de saciar mi hambre de su sexo.
Mis labios se postraron ante su sexo, mi lengua acariciaba sus labios vaginales, los succioné, los mordí, los apreté entre mis labios como esperando extraer de ellos su néctar, su jugo, su flujo sabroso.
Mi lengua penetraba suavemente su sexo, ese coño apetitoso y excitado que luchaba contra mis labios en una guerra de placer y lujuria.
Sus gemidos retumbaban en el cuarto de baño como explosiones, Yisell con sus manos acariciaba sus pequeños pero turgentes y duros pechos, unos pechos coronados por unos pezones enormes, erguidos como aguijones, eran unos pechos bellísimos que desea tener en mi boca cuanto antes.
Yisell estaba disfrutando, estaba gozando, se acercaba al momento de derramarse en mi boca y descargar en mi todo su flujo, se acercaba el momento que yo y sobre todo ella tanto deseábamos; cogío una de mis manos y la llevó hasta su culo, la agarré por las nalgas y la apreté contra mi boca, llevó mi mano hasta su ano, deseaba que la penetrara con mis dedos mientras lamía y devoraba su sexo; atendiendo solícito a su petición no dudé en penetrarla con uno de mis dedos que se clavó en el interior de su culo como una lanza, después clavé otro dedo más, tenía dos de mis dedos clavados por completo en su culo mientras mi lengua seguía penetrando su coño cada vez más caliente y excitado, mis labios apretaban todo su coño dentro de mi boca, y mi lengua la penetraba cada vez como una bestia salvaje esperando extraer de su interior su preciado alimento.
Yisell gritó, movió sus caderas violentamente contra mi mientras con sus manos apretaba mi cabeza contra su coño, su flujo brotaba salvaje e inundaba toda mi boca, estaba lleno de su flujo, empapado, seguía apretándome contra su sexo y yo lo seguía lamiendo como un perro en celo.
Su orgasmo fue prolongado, tan prolongado como intenso; cuando sentí que sus manos dejaban poco a poco de presionarme, aparté mi cabeza de su sexo, la miré, me deleité viendo su cara de placer, Yisell tenía los ojos cerrados, los pezones erguidos señalándome el camino que debía recorrer más tarde.
Me miró, mi cara estaba empapada de su flujo, me cogió por los brazos, me ayudó a incorporarme y sonrió.
Yisell: “Mi amor, perdóname, te he apretado tanto contra mí que no te he dejado ni respirar, discúlpame de veras, pero me has hecho gozar tanto amor que no he podido reprimirme ni pensar en ti, solo podía pensar en todo el placer que me estabas dando con tu boca y tus dedos, perdóname…perdóname…perdóname.”
Vlad: “No te disculpes amor, yo también he disfrutado mucho, pero si, ha habido un punto que creí que moriría ahogado en flujo vaginal (risas), aunque la verdad, prefiero morir así que aplastado por un camión, sería una muerte muy dulce y placentera ¿no crees?”
Yisell se reía con una risa entre nerviosa y avergonzada; se giró para que la penetrara pero yo le di la vuelta de nuevo y con un leve movimiento de cabeza y sin palabras le expresé lo que yo deseaba en ese momento.
Estuvimos varios minutos bajo el agua, nos enjabonamos mutuamente, nos acariciamos, nos besamos como dos adolescentes en celo, no dejamos ni un milímetro de piel sin besar; nos secamos entre besos y deseo.
La dominación.
Salimos del cuarto baño completamente desnudos, seguía haciendo mucho calor pero la tarde se nubló anunciando que se aproximaba un aguacero, una típica tormenta de media tarde.
Mi sexo empezó a perder poco a poco su erección, Yisell le dedicó una mirada lasciva, y bromeando me preguntó
Yisell: “Amor ¿estás seguro que eres español? Tu tremenda pinga me dice que tu eres cubano, muy cubano!”
Empezamos a reírnos bromeando sobre mi sexo, en aquel momento Yisell, entre bromas decidió apodarlo “mi Comandante en Jefe”, y arrodillada frente a mí y con gesto de saludo militar bromeaba diciendo “la soldado Yisell está sus órdenes y lista para el combate!” y besaba la punta de mi sexo sin dejar de hacer el saludo militar.
Fuimos hasta la cocina, abrimos la nevera, una nevera típica cubana y entonces yo fui el que bromeaba.
Vlad: “Mi amor, tu nevera parece una piscina, solo tiene luz y agua”
Yisell: “Papi, ya tu sabe, esto es Cuba!”
Yisell se enfundó un short y una camiseta, salió del apartamento y al cabo de unos minutos llegó con dos botellas de cerveza en cada una de sus manos, con rapidez abrimos dos cervezas y nos las tomamos de un trago.
Desconecté el ventilador de la sala y lo llevé hasta su habitación, una habitación que me sorprendió, era una habitación bien amueblada, nada que ver con el resto de la casa; tenía varias fotos de su familia y amigos enmarcadas y repartidas por toda la habitación; la cabecera de su cama era metálica, dorada como su piel, y desde el techo caían unas suaves telas abiertas de tul blanco que acababan anudadas en los extremos de la cabecera.
Sobre la cama unas sábanas blancas de seda impregnadas de su aroma de hembra.
Saqué de mi mochila una caja de Cohiba Panetelas, me tumbé sobre la cama y empecé a fumarme un cigarro mientras contemplaba a través de la ventana la curiosa selva y maraña de terrazas y tejados que se dibujaba sobre el horizonte de La Habana Vieja.
El cielo estaba cada vez más lleno de nubarrones grises que anunciaban el tremendo aguacero que se aproximaba.
Yisell entró a la habitación y frente a mi empezó a desnudarse poco a poco, con lentitud; bajó el short hasta sus tobillos dejando de nuevo a ante mis ojos sus preciosas y poderosas nalgas, su sexo rasurado y dorado como el trigo a punto de ser cosechado.
Se quitó la camiseta, sus pezones seguían erguidos, apuntaban hacia el horizonte como señales que me anunciaban el viaje que íbamos a emprender juntos hacia un infinito placer.
Se postró de rodillas junto a la cama, a la altura de mi sexo y mirándome a los ojos empezó a besarlo, a recorrerlo con su lengua desde mis testículos hasta la punta de mi sexo que poco a poco volvió a recobrar una poderosa y enorme erección.
Yisell se esforzaba por penetrarse la boca con toda mi polla hasta llegar a lo más profundo de su garganta, estaba dispuesta a devolverme todo el placer que yo le había ofrecido momentos antes; la agarré por su melena negra y la movía lentamente de delante hacía atrás, marcando el ritmo de mi placer.
Saco mi sexo duro y caliente de su boca, lo besó suavemente, y se sentó sobre mí; con sus manos en sus nalgas se abrió de par en par como una flor brotando en primavera.
Su coño estaba tan húmedo que se tragó toda mi polla como una bestia hambrienta devorando a su presa; cuando sintió toda mi polla en su interior lanzó un grito que retumbó en el cielo de La Habana.
Sin dejar de cabalgarme, poco a poco sus movimientos se hicieron cada vez más rápidos, más violentos, más salvajes, sus gemidos se mezclaban con el dulce sonido con sus palabras creando para mí para una sensual melodía.
Yisell: “Papi que pinga tan rica tienes, me vuelves loca”
Vlad: “Si amor, es toda tuya, exprímela con tu coño sabroso, quiero derramarme dentro de ti”
Con mis manos acariciaba sus pezones, los apretaba entre mis dedos mientras ella me cabalgaba cada vez más rápido, con más fuerza; llevé una de mis manos hasta su culo, lo penetré con dos de mis dedos apretándola contra mi cuerpo y notando con la punta de mis dedos como mi polla sacudía salvaje el interior de su coño.
Sus gemidos y movimientos se hacían más potentes; los gemidos se tornaron en gritos de placer que me anunciaron que Yisell estaba de nuevo disfrutando un orgasmo, hasta que de pronto su voz volvió a anunciarme sus deseos.
Yisell: “Amor estoy a punto de venirme (14) rico otra vez, vente mi amor! lléname de tu leche papi”
En ese momento, una vez más, solicito y generoso cumplí sus deseos y noté como ni sexo se erguía, como se tensaba y como mi leche brotaba salvaje llenándola de placer y provocando gritos y gemidos más profundos.
El orgasmo fue mutuo e intenso, prolongado; después de derramarme dentro de su coño, mi polla estaba más dura que nunca así que Yisell siguió cabalgando cada vez más suave, saboreando cada milímetro de mi polla, disfrutándola, apretándola entre sus piernas para extraer de mi hasta la última gota de mi semen.
Yisell se tumbó junto a mí, con la respiración agitada; estábamos empapados de sudor, nos miramos y nos besamos y en ese preciso instante un estruendoso trueno anunciaba que la lluvia sobre La Habana ya había llegado.
Abrazados, con su cabeza recostada sobre mi pecho escuchamos el ruido de la lluvia cayendo con fuerza y una fresca brisa empezó a entrar por las ventanas trayendo hasta nosotros un fresco aroma a tierra mojada.
notas
(1) Coche, automóvil.
(2) Acepción jocosa con la que se refieren al Comandante Fidel Castro.
(3) Camisa masculina de tela ligera, que se lleva por fuera del pantalón.
(4) Tela delgada compuesta de algodón y seda, ligeramente brillante.
(5) Cigarro puro robusto y de tripa larga, fabricados en Cuba, de forma artesanal; cuenta la historia que a Fidel Castro le gustaron tanto que solicitó que los fabricaran exclusivamente para él, hasta 1982 estos puros estuvieron reservados para el consumo del gobierno y diplomáticos.
(6) Tropicana es un famoso cabaret cubano creado en 1939, en La Habana, en la zona de Marianao, concretamente en el municipo Playa. Es conocido como "un paraíso bajo las estrellas", pues fue construido al aire libre en una zona boscosa aprovechando el fresco de los árboles, convirtiéndose en un cabaret completamente diferente a los tradicionales.
(7) Santiago de Cuba es la segunda ciudad en importancia de Cuba, situada al este de la isla, fue capital de la antigua provincia de Oriente y actualmente lo es de la provincia del mismo nombre.
(8) La Maison, casa de la moda en Cuba. Situada en una antigua mansión colonial en el municipio de Miramar.
(9) Los paladares son restaurantes típicos de Cuba instalados en casas particulares.
(10) Acepción usada en Cuba, sinómino de labios.
(11) Chica joven.
(12) Jinetera, sinónimo de prostituta.
(13) Acepción vulgar con que se denomina al órgano sexual masculino, pene.
(14) Sinónimo de "correrse", llegar al orgasmo.